sábado, 16 de julio de 2011

Solo en tu mirada encuentro el perdón

Porque tú no me juzgas, no me rechazas, ni me exiges nada....
Sólo me esperas a la puerta, para que cuando regrese,
siempre la encuentre abierta...

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón...
porque sólo el que ama y recibe al otro,
perdona de verdad...
Y Tú me aceptas y me quieres tal como soy...

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón...
y en ella sana la herida de mi alma...
porque tus ojos cicatrizan las huellas de mis culpas y debilidades...

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón...
porque te colocas junto a mí,
justo a mis heridas, junto a mi dolor....

Jesús, sólo en tu mirada encuentro amor, compasión...
calor que quema y apaga mi culpa y mi dolor...
 
Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón...
palabra de aliento,
caricia de brisa suave,
abrazo de comprensión...
 
Jesús, tu mirada me libera
del peso de mi culpabilidad,
de la condena de mis faltas,
del rechazo de mis maldades...
 
Jesús, tu mirada me purifica
y tu corazón me santifica y me sana...
 
¡Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón...!

sábado, 2 de julio de 2011

Echa las redes

Desde que Tú te fuiste
no hemos pescado nada.
Llevamos veinte siglos
echando inútilmente
las redes de la vida,
y entre sus mallas
sólo pescamos el vacío.
Vamos quemando horas
y el alma sigue seca.
Nos hemos vuelto estériles
lo mismo que una tierra
cubierta de cemento.
¿Estaremos ya muertos?
¿Desde hace cuántos años no nos hemos reído?
¿Quién recuerda la última vez que amamos?


Y una tarde Tú vuelves y nos dices:
«Echa la red a tu derecha,
atrévete de nuevo a confiar,
abre tu alma,
saca del viejo cofre
las nuevas ilusiones,
dale cuerda al corazón,
levántate y camina».
Y lo hacemos sólo por darte gusto.
Y, de repente, nuestras redes rebosan alegría,
nos resucita el gozo
y es tanto el peso de amor
que recogemos
que la red se nos rompe cargada
de ciento cincuenta esperanzas.
¡Ah, Tú, fecundador de almas:
llégate a nuestra orilla,
camina sobre el agua
de nuestra indiferencia,
devuélvenos, Señor, a tu alegría.

José Luis Martín Descalzo