domingo, 28 de febrero de 2010

Un hombre pregunta...

¿Dónde está Dios? Se ve, o no se ve
Si te tienen que decir dónde está Dios,
Dios se marcha.
De nada vale que te digan,
que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos,
en los pájaros y en las llagas,
en lo feo, en lo triste, en el aire y en el agua.
Dios está en el mar y, a veces, en el templo.
Dios está en el dolor que queda
y en el viejo que pasa,
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre
de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la plaza.

Es verdad que Dios está en todas partes;
pero hay que verle,
sin preguntar que dónde está,
como si fuera mineral o planta.
Quédate en silencio, mírate a la cara…
El misterio de que veas y sientas,
¿no basta?

Pasa un niño cantando,
tú le amas,
ahí está Dios
Le tienes en la lengua cuando cantas,
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está,
esa curiosidad es Dios, que camina
por tu sangre amarga. En los ojos le tienes cuando ríes;
en las venas, cuando amas.
Ahí está Dios, en ti;
pero tienes que verle tú.
De nada vale quien te le señale,
que te diga que está en la ermita,
de nada …
has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando, las paredes de tu casa.
De nada vale que te diga
que está en las manos
de todo el que trabaja;
que se va de las manos del guerrero,
aunque éste comulgue o practique
cualquier religión, dogma o rama.

Huye de las manos del que reza, y no ama;
del que va a misa, y no enciende
a los pobres velas de esperanza.
Suele estar en el suburbio a altas horas
de la madrugada,
en el Hospital, y en la casa enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre que se sucede
cuando algo te encanta,
pero de nada vale que te diga que Dios
está en cada ser que pasa.

Si te angustia ese hombre
que se compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquéllos,
y te empeñas en nada,
si sin porqué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.

Gloria Fuertes

viernes, 26 de febrero de 2010

Once peticiones desoídas

Yo le había pedido a Dios poder para ser amado…
y me he encontrado con el amor para no necesitar ser poderoso.

Yo le había pedido a Dios la salud para hacer grandes cosas…
y me he encontrado con la enfermedad para hacerme grande.

Yo le había pedido la riqueza para ser feliz…
y me he encontrado con la felicidad para poder vivir la pobreza.

Yo le había pedido a Dios leyes para dominar a los otros…
y me he encontrado con la libertad para liberarlos.

Yo le había pedido a Dios admiradores para estar rodeado de gente…
y me he encontrado amigos para no estar solo.

Yo le había pedido a Dios ideas para convencer…
y me he encontrado espacio para convivir.

Yo le había pedido dinero para comprar cosas…
y me he encontrado personas para compartir mi dinero.

Yo le había pedido milagros para creer…
y Él me ha dado fe para hacer milagros.

Yo le había pedido una religión para ganarme el cielo…
y Él sólo me ha dado a su Hijo para acompañarme por la tierra.

Yo le había pedido todo para gozar en la vida…
y Él me ha dado la vida para que goce de todo.

Yo le había pedido ser un dios…
y Él sólo pudo hacerme hombre.

José Antonio García Monge

El zorro mutilado

Un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro.

Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El hombre comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo: “Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito”.

Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía: “¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado”.

Sa’di

sábado, 13 de febrero de 2010

Estrellas en la sombra

Amo, Señor, tus sendas y me es suave la carga
(la llevaron tus hombros) que en mis hombros pusiste;
pero a veces encuentro que la jornada es larga,
que el cielo ante mis ojos de tinieblas se viste,

que el agua del camino es amarga…, es amarga,
que se enfría este ardiente corazón que me diste;
y una sombra y honda desolación me embarga,
y siento el alma triste, hasta la muerte triste…

El espíritu débil y la carne cobarde,
lo mismo que el cansado labriego, por la tarde,
de la dura fatiga quisiera reposar…

Mas entonces me miras… y se llena de estrellas,
Señor, la oscura noche… Y detrás de tus huellas,
con la cruz que llevaste, me es dulce caminar.

L. Contardo

domingo, 7 de febrero de 2010

Si me llamaras…

¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría;
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por donde.
Desde el prodigio, siempre.
porque si tú me llamas
- ¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
Será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: “No te vayas”.

Pedro Salinas - La voz a ti debida

lunes, 1 de febrero de 2010

Pobreza Evangélica

No tener nada.
No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
Y, de pasada,
No matar nada;
No callar nada.
Solamente el Evangelio, como una faca afilada.
Y el llanto y la risa en la mirada.
Y la mano extendida y apretada.
Y la vida, a caballo, dada.
Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada,
Para testigos de la Revolución ya estallada.

¡Y “mais nada”!

Pedro Casaldáliga