lunes, 1 de noviembre de 2010

Por un difunto

Te damos gracias, Señor Dios,
por este hombre que nos fue tan cercano
y que de repente ha sido arrancado
de nuestro mundo.

Te damos gracias
por la amistad que nos regaló,
por la paz que derramó a su alrededor.
Te damos gracias
porque con su sufrimiento
pudo aprender la obediencia
y porque, aunque caduco,
se convirtió en un hombre digno de ser amado.

Te rogamos
que nada de su vida se pierda,
que los que vengan después de Él
puedan respetar lo que para Él era sagrado,
que sus buenas obras nos sirvan de ejemplo
ahora que ya está muerto.

Queremos que continúe viviendo en sus hijos,
en sus corazones y en sus ganas de vivir,
en sus ideas y en su conciencia.
Que todos los que estuvimos unidos a Él
cuando estaba vivo
estemos aún más unidos
ahora que la muerte nos lo ha arrebatado.
Y que en esta unión,
como en toda amistad y paz en la tierra,
podamos ver cumplida la promesa
de que nos serás fiel hasta la muerte.

H. Oosterhuis

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