Que viene por la calle, Dios, que viene
como de espuma o pluma o nieve ilesa;
tan azucenamente pisa y pesa
que sólo un soplo de aire le sostiene.
Otro milagro, ¿ves? Él, que no tiene
ni tamaño ni límites, no cesa
nunca de recrearnos la sorpresa
y ahora en un aro de aire se contiene.
Se le rinde el romero y se arrodilla;
se le dobla la palma onduleante;
las torres en tropel, campaneando.
Dobla también y rinde tu rodilla,
hombre, que viene Cristo caminante
- poco de pan, copo de pan – pasando.
Antonio y Carlos Murciano