Gracias, Pastor mío,
soy tu oveja más pequeña,
pero tú me regalas, me cuidas
con tanta delicadeza.
Líbrame, buen Pastor,
del temor y el sobresalto;
caminaré junto a ti,
seguiré de cerca tus pasos.
Cuando me falten las fuerzas,
llévame, Pastor, en brazos,
y abrázame bien contra tu pecho,
pues bien sabes que te amo.
Y cuando llegue el dolor, las heridas,
ya no quiero llorar,
aplícame tus medicinas: vino y aceite perfumado
y tus mejores caricias.
Si el camino se hace largo,
y flaquea la esperanza,
tú me cuentas parábolas.
Y a la hora de la cena,
con el pan y el vino
me recreas.
Cáritas