Dios,
el nombre con el que te invocamos,
está como muerto y casi no tiene ya significado,
vacío y caduco
como cualquier palabra humana.
Te pedimos
que vuelva a tener fuerza
como un nombre lleno de promesas,
como palabra viva
por la que sabemos
que Tú serás para nosotros
el que eres:
digno de confianza, escondido
aunque muy cercano, ahora y en la eternidad.
H. Oosterhuis