Los días de verano se apagan;
las hojas se despiden
festivamente.
¡Líberate,
poda
el ayer
del hoy!
Deberías
festejar cada despedida,
porque cada una de ellas resquebraja
el poder de la muerte.
Elmar Gruber
lunes, 24 de septiembre de 2012
sábado, 8 de septiembre de 2012
Agustiniano
«Ámame más, Señor, para quererte».
Búscame más, para mejor hallarte.
Desasosiégame, por no buscarte.
Desasosiégame, por retenerte.
Pódame más, para más florecerte.
Desnúdame, para no disfrazarte.
Enséñame a acoger, para esperarte.
Mírame en todos, para en todos verte.
¡Por los que no han sabido sospecharte,
por los que tienen miedo de encontrarte,
por los que piensan que ya te han perdido,
por todos los que esperas en la muerte,
quiero cantarte, Amor, agradecido,
porque siempre acabamos por vencerte!
Pedro Casaldáliga
Búscame más, para mejor hallarte.
Desasosiégame, por no buscarte.
Desasosiégame, por retenerte.
Pódame más, para más florecerte.
Desnúdame, para no disfrazarte.
Enséñame a acoger, para esperarte.
Mírame en todos, para en todos verte.
¡Por los que no han sabido sospecharte,
por los que tienen miedo de encontrarte,
por los que piensan que ya te han perdido,
por todos los que esperas en la muerte,
quiero cantarte, Amor, agradecido,
porque siempre acabamos por vencerte!
Pedro Casaldáliga
domingo, 2 de septiembre de 2012
Tu nombre
Dios,
el nombre con el que te invocamos,
está como muerto y casi no tiene ya significado,
vacío y caduco
como cualquier palabra humana.
Te pedimos
que vuelva a tener fuerza
como un nombre lleno de promesas,
como palabra viva
por la que sabemos
que Tú serás para nosotros
el que eres:
digno de confianza, escondido
aunque muy cercano, ahora y en la eternidad.
H. Oosterhuis
el nombre con el que te invocamos,
está como muerto y casi no tiene ya significado,
vacío y caduco
como cualquier palabra humana.
Te pedimos
que vuelva a tener fuerza
como un nombre lleno de promesas,
como palabra viva
por la que sabemos
que Tú serás para nosotros
el que eres:
digno de confianza, escondido
aunque muy cercano, ahora y en la eternidad.
H. Oosterhuis
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