Estate conmigo, Señor,
en la ribera de mi desconsuelo.
Protege a mis hijos, defiende a los hombres,
levanta a los pobres,
suaviza esta larga aspereza del mundo.
Estate conmigo.
Me escuecen los ojos de lágrimas ocultas
por tantos motivos difusos,
por emociones buenas,
por gratitudes anchas,
por toda la espesura de dentro y de fuera,
por la atadura del corazón confuso y de la mente pequeña.
Estate conmigo, Señor,
amigo mío, mi luz y mi todo.
Calor, sentido, apoyo, compañía, fondo.
Estate conmigo
y con quienes te viven, te buscan, te adoran, te ignoran.
Somos todos los mismos,
faltos de cobijo,
necesitados de humildad y de estatura
para vivir la vida.
Santiago Sánchez Torrado (Cuadernos de Oración 71)
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